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El duelo en Navidad

Después de que nuestro hijo se vaya, viene la dura e intensa fase del duelo. Es especialmente duro en fechas señaladas, y es por eso que el duelo en Navidad es especialmente duro. El primer año suele ser el más duro ya que, al ser algo nuevo, nos afecta de manera más dura, pero eso no significa que los otros no lo sean.

El primer año que pasamos el duelo en Navidad

El primer año es en el que se nota especialmente el vacío que ha dejado nuestro hijo. Hay muchos padres que se preguntan por qué tienen que celebrar, qué tienen que celebrar exactamente, si lo que quieren es dormirse el 23 de diciembre y no despertar hasta el 7 de enero. Ese primer año de duelo en Navidad nos recuerda a las celebraciones anteriores y lo vivimos de manera muy intensa. Hay padres que incluso no la celebran.

Y entre las personas que sí la celebran, algunas tienen sentimientos de culpabilidad por hacerlo. Sienten que celebrar algo cuando su hijo no está ahí no está bien, aunque la realidad sea muy diferente a eso.

¿Por qué es tan duro pasar el duelo en Navidad?

Es evidente que las Navidades son una época especialmente familiar. Nos reunimos todos juntos, comemos juntos y tenemos tradiciones familiares. Y la diferencia se nota más aún cuando la persona que nos falta es un niño. Y es que estas fiestas también están dedicadas especialmente a los niños: Papá Noel, los Reyes Magos, caramelos, cabalgatas, calendarios de adviento… Es muy duro pasar unas fechas dedicadas a los niños sin niño con el que celebrarlas.

El fin del año también tiene mucho que ver. Al acabar el año, solemos hacer un balance de cómo ha sido nuestro año. Al recordarlo, también recordamos el fallecimiento de nuestro hijo, y eso puede traer una época de duelo intenso. Y es que muchas veces, las últimas despedidas (funerales, velatorios y demás ceremonias) suelen ser procesos rápidos. Y esa rapidez, a veces, deja abiertas algunas heridas que se abren en fechas señaladas.

duelo en navidad

Consejos para pasar el duelo en Navidad

  • Planifica cómo celebrarás las fiestas (o si celebrarlas). Aunque la situación en sí sea estresante, y pasar el duelo en Navidad vaya a ser duro de todas formas, tener una organización más clara puede hacer más llevadera la situación. Intenta asegurar que en todo momento tengas a alguien de confianza cerca para cuando lo necesites.
  • Respeta todos los duelos. Empezando por el tuyo propio. Llora cuando lo necesites, ríete si el cuerpo te lo pide, enfádate… Entiende a tu cuerpo y por qué reacciona de la manera en que lo hace. De igual manera, respeta el de las demás personas. Puede que tú necesites estar solo y llorar, mientras que otra persona prefiere estar rodeada de gente y hablar con ellos para que se le haga más llevadero. Eso no quiere decir que quisiera menos a tu hijo, o que ya se haya olvidado de él. Son, simplemente, maneras diferentes de llevar el duelo en Navidad. Maneras que respetaremos.
  • Pide ayuda. Son momentos difíciles para ti, y las personas de tu entorno lo saben, igual que saben que no es fácil pasar el proceso de duelo en Navidad. Por eso, acude a ellos si lo necesitas. Puedes pedirles ayuda para desahogarte, contarle tus preocupaciones… Pero también para opciones más prácticas. Puedes pedirles ayuda, por ejemplo, a la hora de poner la mesa porque solías ponerla con tu hijo y se te hace muy duro o simplemente porque necesitas algo de tiempo para ti mismo.
  • Nuevas tradiciones. Aunque pueda sonar como algo que haríamos si quisiéramos olvidar a nuestro hijo, no tiene nada que ver. Puede que alguna de las tradiciones que tengamos nos haga más duro el proceso del duelo, sea cual sea el motivo. En este caso, habla con las personas de tu entorno y explícales la situación para ver qué opinan al respecto de esos cambios, y para pensar juntos en ideas.
  • Recuerda a tu hijo. Puede que suene raro, pero hay muchas familias a las que les ayuda poner un plato y unos cubiertos donde se sentaría su hijo en ese primer año. Eso les recuerda que aunque no esté ahí físicamente, sigue entre ellos. También se podría cocinar algún plato que le gustara mucho o jugar a su juego favorito.
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¿Conoces las diferencias entre el cáncer infantil y el de adultos?

El cáncer es, sin duda, una enfermedad muy dura tanto como para la persona que lo padece como para aquellos que estamos a su alrededor. Sin embargo, puede ser muy diferente dependiendo de quién lo tenga. Es el caso del cáncer infantil. Y es que, aunque pueda haber parecidos entre adultos y niños, normalmente son muy diferentes. Hoy repasaremos esas características que los diferencian.

Diagnóstico

En el caso de los adultos, suele hallarse la enfermedad bastante pronto, en las primeras etapas del tumor, por lo que es más fácil de curar. Esto puede ser porque, por ejemplo en el caso de la población de riesgo se hacen pruebas y chequeos periódicos. Entonces, se localizan antes los problemas y se empieza antes el tratamiento.

Pero esto no es así en el caso de los más pequeños. Muchas veces, no pensamos que nuestro hijo pueda estar enfermo hasta que hay algo que hace que nos preocupemos. Y aún entonces, no se les suelen hacer las pruebas. Tampoco podemos culpar a los sanitarios de esto, teniendo en cuenta lo poco frecuente que es el cáncer infantil (Menos del 0,5% de los cánceres diagnosticados).

Además, en el caso de los adultos hay algunos factores de riesgo (como por ejemplo, algunos hábitos) que suelen tenerse en cuenta a la hora de buscar un diagnóstico, cosa que no ocurre con los niños.

La única solución para esto es apoyar la investigación, para así poder diagnosticarlos antes y que, por lo tanto, el tratamiento no sea tan duro. Ahora no se está investigando mucho porque, como decíamos antes, es una enfermedad muy poco frecuente y se suele investigar más sobre enfermedades más frecuentes. Aún así, en La Cuadri del Hospi, tenemos bastantes proyectos a los que puedes aportar para ayudarnos a avanzar con la investigación.

Tipos de cáncer infantil y adulto

No es solo que el cáncer infantil sea menos común que el de adultos, sino que los más comunes también son de diferentes tipos.

En el caso de los niños, los más comunes son los linfomas, el cáncer de hueso, los tumores y la leucemia. Resulta que esos tipos también son los más difíciles de diagnosticar, por lo que, a lo que ya hemos visto se le suma la dificultad del diagnóstico.

Dependiendo de la edad, las probabilidades de un tipo de cáncer u otro pueden variar. Por ejemplo, el 80% de los tumores cerebrales diagnosticados se da en personas de entre 10 y 15 años, y el linfoma no-Hodgkin es más común en niños de corta edad.

En el caso de los adultos, en cambio, los más comunes son el de mama, colon, pulmón y próstata. No son tipos tan comunes de cáncer infantil porque, al ser pequeños, por decirlo de alguna manera, esos órganos no han tenido tiempo de dañarse.

De todas maneras, los que hemos nombrado aquí son los tipos más comunes de cáncer, lo cual no quiere decir que no haya más.

Diferencias en el tratamiento

Con el cáncer infantil, suelen utilizarse los mismos tipos de tratamientos que con los adultos: quimioterapia, radioterapia, transplantes de células madre… Pero la duración o la cantidad de tratamiento que necesiten suele ser bastante diferente, y muchas veces los niños suelen tener que ir a otras Comunidades Autónomas a recibirlo. Eso no tiene por qué ser una mala experiencia, ya que se juntan con otros niños con experiencias similares, pero no deja de ser una dificultad para la familia.

Pero no todo va a ser malo: también es verdad que en el caso del cáncer infantil se suele responder mejor ante el tratamiento. En muchos casos, el cuerpo de los niños responde mejor al tratamiento que el de los adultos, y pueden recibir dosis más altas antes de que lleguen los efectos secundarios. Eso es porque, además de tener cuerpos y necesidades diferentes, los órganos de los adultos ya están algo dañados antes de empezar el tratamiento, sea por enfermedades, malos hábitos o simplemente por el paso del tiempo. Además de eso, parece que los niños también se recuperan antes de la quimioterapia, por lo que será algo menos difícil para ellos.

De todas formas, hay que tener en cuenta que, por las diferencias entre el cuerpo de un adulto y el de un niño, hay ciertos medicamientos y tratamientos que no pueden utilizarse en el caso del cáncer infantil, porque podrían no ser seguros para los más pequeños.

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¿Cómo puedo donar médula ósea?

donacion medula osea

Hay mucha gente que quiere donar médula ósea, pero no sabe cómo. Si estás leyendo esto, probablemente hayas pensado en hacerlo o, al menos, quieres informarte sobre cómo se hace. Por eso, antes de empezar queremos darte las gracias. Aquí te aclararemos los pasos que tendrás que dar para convertirte en donante.

¿Qué es la médula ósea y por qué debería donarla?

Es un tejido esponjoso que hay dentro de algunos huesos. Tiene muchas células madre, que también se conocen como progenitores hematopoyéticos. Estas células de nombre tan raro se encargan de producir glóbulos rojos (que transportan el oxígeno entre los tejidos), glóbulos blancos (que luchan contra las infecciones) y plaquetas (que coagulan la sangre cuando se rompe un vaso sanguíneo). Es importante recordar que no tiene nada que ver con la médula espinal.

Hay enfermedades, como algunos tipos de cáncer, que dañan la médula ósea. En muchos casos, la única manera de que la persona enferma sobreviva es realizarle un trasplante de médula de alguien inmunológicamente compatible. Y aquí viene el problema, ya que es muy difícil encontrar a alguien con alta compatibilidad. Para que te hagas una idea, solo una de cada cuatro personas puede recibir la médula de algún familiar. Donar médula ósea podría salvar la vida de alguno de los otros tres.

¿Quién puede donar médula ósea?

En principio, si tienes entre 18 y 60 años, podrías donar médula ósea. Pero, ojo, desde 2018 solo se admiten nuevos donantes de entre 18 y 40 años. Es decir, si tienes entre 40 y 60 años solo podrías donar si te hubieras inscrito antes de cumplir los 40 (o antes de 2018). Esto es porque cada vez se solicitan más donantes de menos de 40 años, y porque se obtienen mejores resultados.

Además de cumplir el requisito de la edad, no podrás tener enfermedades que puedan ponerte en riesgo al donar o enfermedades que puedan transmitirse al receptor mediante el trasplante.

Si estás pensando en convertirte en donante, tienes que tener en cuenta de que es un compromiso a largo plazo. Puede que pasen años desde que te inscribas hasta que te llamen para donar, o que, directamente, nunca sea necesaria tu médula ósea.

¿Qué tengo que hacer para hacerme donante?

Lo primero de todo, infórmate. Puedes encontrar mucha información en la web de la ONT (Organización Nacional de Trasplantes) o en la de la Fundación Josep Carreras, o llamando a tu Centro de Referencia de Donantes. Antes de inscribirte, es muy importante que leas bien el Consentimiento Informado y todo el documento de inscripción en el Registro. Además, asegúrate de haber resuelto todas tus dudas antes de dar el paso de donar médula ósea.

Llama al Centro de Referencia de Donantes de tu Comunidad Autónoma y concerta una cita para inscribirte. Allí resolverás las últimas dudas que puedas tener, rellenarás y firmarás el documento (junto con un testigo) y te extraerán sangre para hacer las pruebas de compatibilidad. También tendrás que firmar una autorización para poder poner tus datos en el registro mundial de donantes.

Y ya puedes donar médula ósea, ahora sólo tocaría esperar a que te llamen. Como hemos visto antes, puede que tarden mucho en llamarte o que ni siquiera lo hagan. Por eso, no te impacientes. Ser compatible con alguien es muy difícil.

donacion medula osea

Me han llamado, ¿qué hago?

¡Felicidades! Vas a poder ayudar a salvarle la vida de alguien. Si quieres seguir adelante, volverán a sacarte sangre y a hacerte un examen médico para confirmar que, efectivamente, no tienes ninguna enfermedad que pueda poneros en peligro a ti o a la persona receptora. Si todo sigue bien, te darán una cita con tu Centro de Referencia.

Allí, te harán un análisis de sangre más, una radiografía de tórax, un electrocardiograma y pruebas respiratorias, además de una revisión médica completa. Te harán estas pruebas en el centro más cercano a tu domicilio que tenga experiencia en extracciones de médula ósea. Si los resultados son buenos, el proceso seguirá adelante.

Lo siguiente será firmar el Consentimiento Informado para ser anestesiado y poder donar médula ósea. Este será el último momento en el que podrás parar el proceso. Si todavía quieres seguir adelante, decidirás de qué manera se te extraerá.

¿Qué métodos hay para extraerla?

Donar médula ósea mediante transfusión de sangre periférica

Durante los cinco días anteriores a la extracción, te pondrán unas inyecciones subcutáneas. Lo que hacen esas inyecciones es hacer que las células madre de las que hablábamos antes (sí, esas del nombre tan largo) salgan de la médula ósea a la sangre. En el tiempo en el que estés con las inyecciones, puede que te encuentres algo mal, pero los síntomas desaparecerán fácilmente.

El día de la extracción lo harás en un hospital. Durante el proceso, te sacarán sangre por un brazo. En esa sangre están las células madre que han sacado las inyecciones desde la médula ósea. La sangre que te saquen pasará por una máquina que se llama separador celular. Esa máquina filtra la sangre y recoge las células madre. El resto de la sangre volverá a tu cuerpo por el otro brazo. El proceso tardará unas 3 ó 4 horas, pero las pasarás cómodamente, en una camilla anatómica.

Puede ser que en algunos casos (por ejemplo si hay una gran diferencia de peso entre el donante y el receptor) se necesite realizar una segunda extracción al día siguiente.

Trasplante de médula ósea

En este caso, te tocará dormir en el hospital. Ingresarás la noche anterior a la extracción, y la realizarán a la mañana. Te pondrán anestesia (puede ser general o la epidural) y harán dos punciones en las crestas ilíacas, que están en la zona de atrás y de arriba de la pelvis. Así, extraerán las células madre directamente desde el hueso. Este procedimiento suele tardar una o dos horas.

Dependiendo de la cantidad de médula ósea que te hayan extraído, es posible que necesites una autotransfusión de sangre. Cuando despiertes de la anestesia, puede que te hagan tomar una pastilla de hierro, para recuperar la el volumen de sangre que te han extraído.

Podrían volver a llamarte al de unos días o unas semanas si el cuerpo del receptor ha rechazado el trasplante, o al de unos meses o años si el receptor recae y necesita otro.

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